Las tramas que habito – Uriel Martínez Pacheco
Este módulo me ha hecho consciente de los múltiples trabajos comunales en los que participo y de los que me beneficio, como varón de clase media que reside en el estado de Yucatán. Es curioso, porque cuando reflexioné sobre los trabajos de crianza, doméstico y de cuidado y afecto, no pude identificar momentos o episodios en donde yo contribuyera a la energía social que representan dichas actividades, debido al privilegio masculino que únicamente nos hace beneficiarios de dichos trabajos (en la mayoría de los casos). Reconozco que contribuyo muy poco a estos trabajos comunales, de los que, sin embargo, me beneficio (o me he beneficiado). Por ejemplo, durante muchos años mi madre y mi abuela fueron quienes sostuvieron el hogar en términos de orden, administración, limpieza, etc. Del trabajo de crianza ni se diga, ya que fui criado por mis abuelos maternos, mi mamá y, en parte por mis tíos. En particular, durante mis años de universidad, una tía contribuyó mucho económica y emocionalmente para que yo concluyera mis estudios. Por su parte, no puedo ignorar el importante papel que cumplen las amistades, colegas, compañerxs y parejas, para sostener el trabajo y la reproducción de la vida. El trabajo de mi pareja, por ejemplo, quien se hace cargo de las principales labores domésticas (aunque intentamos hacer un reparto equitativo de las mismas, la verdad es que él siempre hace más), eso ha permitido que yo pueda tomar cursos, diplomados, atender a dos trabajos, etc., lo cual es bien problemático porque hace que uno de nosotros se concentre o especialice más en una esfera de la vida (él, más concentrado en el trabajo doméstico, yo más concentrado en el trabajo de ingreso, en el campo profesional). Pienso que esta situación es la que habilita, por ejemplo, relaciones de poder y asimetrías cuando no...